‘Nuestro último verano en Escocia’: Lo que pasa en la familia se queda en la familia

Por David García Gallardo

Es un hecho universal que todos nos hayamos encontrado alguna vez en una circunstancia incómoda en el ámbito de nuestra familia. Una circunstancia que puede ser más o menos dramática y que nos deja esa sensación de vulnerabilidad ante los lazos con aquellos que nos han sido dados como las personas más cercanas a nuestra existencia. Porque todos hemos pasado alguna vez por reuniones familiares en las que se ha palpado la incomodidad ante un conflicto entre alguno de los miembros por asuntos económicos o de relaciones sentimentales y también nos hemos visto obligados a encontrarnos con familiares a los que apenas conocemos y a los que no hemos visto en años, pero con los que nos hemos juntado a pasar unas fiestas de Navidad o unas vacaciones. Y todos hemos fingido alguna vez delante de nuestra familia, exagerando o minimizando algunas de nuestras virtudes o defectos y hemos ocultado algunos detalles que podrían ser motivo de discusión, para evitar los malos rollos. Y de ese tipo de cosas es de las que habla ‘Nuestro último verano en Escocia’.

Doug (David Tennant) y Abi (Rosamund Pike) son unos padres que tienen tres hijos encantadores aunque muy excéntricos. Cuando el estrés de ser padres pone en peligro su estabilidad mental y su matrimonio, deciden realizar un viaje a Escocia con sus hijos. Allí participarán en una gran reunión familiar y se reencontrarán con Gordie (Billy Connolly), el extravagante padre de Doug, que cumple 75 años.

‘Nuestro último verano en Escocia’ está dirigida por Andy Hamilton y Guy Jenkin, veteranos de la televisión británica, tras su participación en series como ‘Estas no son las noticias de las nueve’ y ‘Outnumbered’, en la que se hablaba de unos padres que luchaban por criar a sus hijos como buenamente podían y que en cierto es el germen de lo que cuenta la película. Porque los dos padres de esta ficción están pasando por un mal momento y están empezando a separar sus destinos aunque tratan de ocultárselo en la medida de los posible a unos hijos que se dan perfecta cuenta de que algo no va bien con sus progenitores.

Y el disimulo se extiende también de cara a la familia de Doug, que tiene un hermano al que todo parece haberle ido mucho mejor y con el que parece existir esa siempre extraña rivalidad fraternal. Todo ello para no causar un disgusto al abuelo Gordie, un hombre ya mayor al que quieren darle la ilusión de tener una familia unida, aunque ese abuelo tampoco se va a dejar engañar por las apariencias y acabará haciendo las mejores migas con sus nietos, alejados de las mentiras que tantas veces aquejan al mundo de los adultos.

‘Nuestro último verano en Escocia’ responde perfectamente al modelo de comedia dramática para (casi) todos los públicos que se deja ver en el trailer. El filme fue galardonado en la última Seminci de Valladolid con el premio del público y una vez visto deja claro el por qué de ese reconocimiento. Hamilton y Jenkin facturan una propuesta que no es precisamente original, pero a la que dotan de un indudable encanto, especialmente en sus personajes infantiles, los grandes protagonistas de la función. Esos tres chavalines ven las cosas sin ambages ni hipocresía y se lo hacen saber a los adultos que les rodean, mientras estos callan y sufren en silencio, convirtiéndose en una especie de enigma para los pequeños. En este sentido, hacia la mitad del metraje se produce un giro en la trama que provocará que esa familia se quite las máscaras de una vez por todas y busquen en su interior para comportarse como un auténtico grupo familiar, dejando de engañar a los demás y a sí mismos.

Como suele ser norma en las producciones británicas, los actores rayan a muy buena altura, especialmente los más jóvenes, aunque los adultos no van a la zaga, con David Tennant (especialmente conocido por su participación en ‘Doctor Who’) y Rosamund Pike (aquí en un registro dramático menos oscuro que el que bordó en ‘Perdida’) interpretando a sus sufridos padres. Y entre todos destaca especialmente un Billy Connolly siempre inspirado en la comedia y el drama, como ya ha demostrado en una larga carrera cimentada en papeles secundarios en películas como ‘Los elegidos’, ‘El último samurai’ o ‘X-Files: Creer es la clave’. Es su personaje el que dice que cada uno es ridículo a su manera, una de las frases que dan la clave de lo que quiere contar la película y que al mismo tiempo es toda una lección de cómo funciona la vida.

Aquellos que busquen una historia familiar que no cae en el ridículo ni en el pasteleo emocional (aunque se deje llevar un poco por la sensiblería más fácil en su tramo final) tienen una cita con ‘Nuestro último verano en Escocia’, una agradable película ambientada en bellos parajes escoceses que sabe sacar la sonrisa en el espectador. Todo ello al tiempo que deja algunas cuestiones en el aire sobre las complicaciones que tantas veces surgen en el ámbito familiar, ese lugar en el que todos nos sentimos incómodos al querer camuflar nuestras desnudeces emocionales ante la vista de los que nos conocen más de lo que creemos.